Como expresar con palabras
lo que en mi interior habita
y hacer una poesía dedicada
a la persona que me dio la vida.
Fuiste mi manantial y nadé en tu ser,
para comenzar mi vida,
vida que me ofreciste con placer,
aun a cambio de tus fatigas.
Sacrificaste las tristezas que tuvieses en la vida,
para que la felicidad nos arropase día tras día,
no querías que sintiésemos ninguna penuria,
a diferencia de tu infancia vivida.
Hoy quiero que sepas:
que en éstos momentos eres mi fuerza,
que ni imaginarme tu dolor puedo,
ni sentir lo que sientas,
pero que mi sufrimiento y tristeza
tampoco quisiera que sintieras.
Decirte que bajo la fortaleza
con la que me cubro ahora,
está aquella niña pequeña
con miedo a quedarse sola.
Que te necesito más que nunca serena,
que verte infeliz, triste o abatida,
me hace agonizar de pena,
porque eres la luz en mi vida.
Que tengo un dolor en el pecho
imposible de describir,
porque mi corazón yace roto dentro,
imaginándose un futuro sin ti.
Que siento una impotencia muy grande
y ante tus lágrimas me hundo.
Poder arrancarte ese dolor,
sería mi mayor deseo en este mundo.
Mamá, tu alegría,
nos ha acompañado en la vida,
siempre sonriente, siempre divertida…
ni imaginas cuánto feliz puedes hacer
con una sola de tus sonrisas.
Que eres la fuerza hecha mujer
y el coraje hecho madre,
que verte frágil me estremece
y el corazón se me parte.
Déjanos, aunque nunca podamos,
pagarte por tanto cariño,
poder caminar a tu lado
y estar contigo en éste camino.
Porque me he dado cuenta de que tu sed,
todo este tiempo ha sido de amor,
que sin saberlo de él, ha rebosado tu ser
y por la vida lo has derramado, sin ton ni son.
Porque estos días, siento mi vida
tan desolada y llena, como vacía,
porque en estos días he sido recompensada,
conociendo a la madre que no conocía.
Y sé, que cuando la ausencia traiga
melancolía a mi corazón,
en cualquier momento de éstos
podré refugiarme yo.
Porque ahora siento que me faltan años para quererte...
porque ahora siento perdido tantos instantes…
porque ahora vivo los días más felices y más tristes...
y los siento pasar tan fugaces.
Porque ahora sé cuánto me amas,
porque ahora sé que tu mano siempre ahí estaba,
porque me necesitas, como yo te necesitaba…
ahora podemos vivir lo que nos faltaba.
Porque aun en esta etapa de mi vida,
me estás enseñando a vivir sin temer al fracaso,
a luchar por encontrar una salida
y a apreciar lo que tenemos, sin esperar al ocaso.
A sentir la bondad en las personas
y que haya aún quien te sorprenda,
a creer que la vida vale la pena
y que vivirla lo merezca.
A querer con avaricia
y no esperar de nadie nada,
a ver la realidad de la vida
y a sentirme más humana.
A ser feliz después de una tristeza,
a sacarle jugo a la vida, todos los días
y a mantenerse de pié, aún con más fuerza,
después de una caída…
Tú, que eres creyente,
espero que puedas entenderme,
y al sentir diferente,
quizás puedas explicarme…
Porque yo no puedo creer en un Dios
que me diese una madre
para darme la vida,
pero no para toda la vida….
Yo, sólo puedo creer en una divinidad…
¡Y esa eres tú, madre mía!
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