Por Aurora Tomás 💜
Poco a poco avanzamos,
en una educación anticuada,
de la que nos costará librarnos,
por tenerla muy arraigada.
Empezamos desde muy pequeños…
Preguntando a las niñas si tienen novio,
comprando muñecas y haciéndoles moños.
¿Azul o rosa? Separando por colores,
¿Ballet o fútbol?… Y por deportes.
Si lleva el pelo corto es una marimacho
y si el niño lo lleva largo una nenaza,
los hombres no lloran, no es de machos
y una mujer inteligente, es una amenaza.
Los uniformes deben de ser con falda,
el crío corre como una niña, es un flojo,
provocas con ese vestido sin espalda
y en el trabajo el jefe, te guiña un ojo.
Él es un madurito con canas
y si es celoso, es porque te ama,
ella una cuarentona puritana
y aún no es madre, ¡Qué drama!
Mira esa, viste poco femenina…
Y aquél mujeriego, ¡Qué machote!
Y ella que suelta, ¡Cómo camina!
¡Menuda desatada con ese escote!
Compórtate como una señorita,
no se saca partido, parece lesbiana,
¡Un hombre es lo que necesita!
¡Mírala! va pintada muy liviana.
Mira que padrazo, se queda de niñera
y qué apañado es, ¡También cocina!
Como si él no fuera el padre o no comiera,
sin valorar lo que ella hace día tras día.
Ellos son los solteros de oro
y nosotras unas solteronas,
a vestir santos, que nos pilla el toro,
¡Qué se os pasa el arroz, Marujonas!
A él puedes encontrarlo de mal humor,
ella es evidente, que estará en “esos días”
él supones que es directivo o doctor,
pero ella, enfermera o administrativa.
¡Cuánto debemos desaprender!
El mismo, que te piropea al pasar,
es el que grita: ¡Mujer tenía que ser!
¡Qué manera de aparcar!
Poco a poco vamos alejándonos,
de lo heredado en el patriarcado,
cuesta desapegarse del pasado,
pero juntos… ¡Podremos lograrlo!
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