Llevábamos varios meses
de convivencia feliz,
cuando me dijo una tarde:
sin ti no puedo vivir.
Dulces fueron sus palabras,
pero más fueron sus besos,
entonces supe sería la esclava
de su boca, lo confieso.
Sus besos son los momentos
de mayor felicidad,
ellos me saben a gloria,
son… Un placer celestial.
No te molestes Señor
por esta frase usar,
pero es a lo más grande
que lo puedo comparar.
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